Nadie sabía cómo había llegado a trabajar en la casa del Ministro de Transporte, ni como llegaba tan pronto al trabajo, o simplemente madrugaba después de una noche frenética pero su eficacia quitando manchas de caviar y su extraña manera de silbar mientras pasaba la aspiradora convencieron a todos de que era una señora respetable. Lo que no sabían es que ese lunes no iba a limpiar nada.
Nadie esperaba, por supuesto, era que la policía judicial irrumpiera en el domicilo a las 8:03.
—¡Policía Judicial!
Gritó trás la puerta el inspector que tiró la puerta con una bota y la dignidad por delante.
Anaís/Letizia sonrió con la comisura del labio apenas levantada. Mientras todos corrían por la casa buscando documentos, pendrives o maletas con sobres, nadie se preguntó que hacía allí.
—¿Le importa si Anaís baja a pasear el caniche? el pobre animal, necesita salir, no tenía la culpa de nada y necesitaba su paseo diario, además tanto trasiego le podía estresar.
De modo que ordenó a la extravagante mujer de la limpieza que realizara tal función, pero le añadiendo la palabra clave con un ostentoso guiño y arqueando una ceja:
—Pasea al perro y sobretodo llévate el "desayuno".
Ataviada con un abrigo de plumas sobre un conjunto deportivo ridículo, gafas de sol grandes como platos, captó enseguida el mensaje clave, se dirigió al baño como quien tiene una urgencia digestiva inaplazable.
Allí, con una habilidad digna de una contorsionista checa, extrajo un pequeño disco duro de 16 TB de una bolsa térmica y lo ocultó en su ropa interior mas íntima. El plan era simple, simular que paseaba al perro, abandonar la escena en mitad del caos y entregar el disco a un contacto en una furgoneta de yogures aparcada dos manzanas más allá.
Pero entonces Karl Marx, el caniche, ladró con tal estruendo que uno de los agentes, el joven Tena, sospechó. Y ahí empezó el verdadero espectáculo.
Nadie contaba con Anaís D.G., se encontraba en la vivienda en calidad de “empleada doméstica y paseadora de perros”, según ella misma declaró entre sorbo y sorbo de Aquarius, aunque en las actas de la Guardia Civil consta algo más crudo: la pillaron tratando de marcharse con un disco duro oculto entre las mallas bastante ajustadas, en un intento desesperado y bastante literal de deshacerse de la basura digital.
Lo curioso no era sólo el escondite del objeto, sino su portadora. Anaís, más conocida en ciertos foros como Letizia Hilton, había trabajado como actriz porno en la productora nacional Fakings, protagonizando escenas junto uno de los actores más cotizados y bien dotados del cine X, "El niño de la polla". Su currículum, que ella misma compartía en internet, incluía también méritos como modelo en Glam Madrid, candidata a “Vecinitas FHM 2012”, gogó en eventos de camisetas mojadas y azafata de congresos donde jamás se habló de política, pero sí se firmaron pactos mucho más turbios.
De todo eso, ni rastro en los pasillos de la casa de Ábalos. Solo un leve perfume de colonia dulzona y las instrucciones del Ministro al agente de la UCO:
Fue entonces cuando el agente TIP Zxxxxx notó un movimiento extraño. Anaís entró en una estancia y salió con un andar un poco más… forzado. Llevaba algo oculto en el pantalón, y no era pienso ni croquetas. La agente Qxxxxx la interceptó a tiempo y, tras un cacheo reglamentario, descubrieron el disco duro, caliente aún, como si supiera que estaba a punto de ser desencriptado por una legión de técnicos con ojeras y guantes de látex.
El hallazgo podría haber sido anecdótico. Una mujer cualquiera, un malentendido. Pero todo indica que no lo era. Según fuentes del caso, Anaís habría colaborado activamente en la presunta destrucción o traslado de pruebas clave. No está claro si por lealtad, conveniencia o simple torpeza.
En ese momento, el caniche del ministro ladró. Lo llamaban Marx, como el filósofo, aunque a esas alturas era más un símbolo de la farsa que una mascota. Anaís lo miró, el perro la miró a ella y entonces dijo, con la voz de quien sabe que la película se acaba:
—Esto es por si algún día hacen una serie. ¡No se pierdan el próximo capítulo!